Dicen que tuvo suerte, pero...

Este es un hecho real acontecido durante la Segunda Guerra Mundial durante la invasión norteamericana de la Isla de Iwo Jima (febrero de 1945)


El alférez Benjamín Roselle, que formaba parte de un equipo de artilleros navales de seis hombres, vivió una terrible experiencia el Día D. Tras alcanzar la segunda fila de terrazas, el fuego de artillería les obligó detenerse. Mientras trataban de avanzar, el operador de radio cayó y Roselle se puso el equipo a la espalda y continuó. Un minuto más tarde, una granada de mortero hizo explosión en medio del grupo. Algunos de los marines podían moverse, pero no así el alférez, cuyo pie izquierdo colgaba de su pierna sólo sostenido por un pedazo de carne. Sin esperanza alguna para continuar avanzando, se puso fuera del alcance del fuego de mortero que asolaba la zona. En pocos minutos, un segundo proyectil impactó cerca de él y la metralla le desgarró la otra pierna. El oficial aguardó casi una hora, preguntándose dónde caería el siguiente proyectil. Pronto descubriría que lo haría casi encima de él, hiriéndolo de nuevo, esta vez en el hombro. Casi al mismo tiempo una nueva explosión le hizo saltar varios metros en el aire y la metralla le desgarró los muslos. Sorprendentemente, el alférez se preguntó qué hora debía ser y, mientras, levantaba el brazo para consultar su reloj, una granada de mortero hizo explosión a pocos metros de su cuerpo, arrancándole el reloj de la muñeca y produciéndole una profunda herida en el antebrazo: "Empezaba a saber qué debía sentirse al ser crucificado", comentaría tiempo después. Finalmente, Roselle fuer rescatado por un equipo sanitario, donde le curaron al brazo fracturado y le amputaron en pie.


Extraído de: "Los marines alzan la bandera". Derrick Wright

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