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Mostrando entradas de enero, 2017

Querido Richard

Esta carta te la debía desde los lejanos tiempos en que me instalé en Tenerife y estas eran de papel, o tal vez es mi nostalgia la que me invita a pensarlo; después de todo partí de Lima antes de que existiera el correo electrónico, el móvil y Skype, asunto que me hace sentir más bien contemporáneo de Isaac Peral. En cualquier caso, me fui antes de que ni siquiera vislumbrásemos que nuestra comunicación resultaría tan fácil que habríamos de terminar por prescindir de ella. Nos hemos convertido, parafraseando a Borges, en una de esas amistades inglesas que empiezan por excluir la confidencia y terminan por omitir el diálogo. Solo por escrito, porque cada vez que regreso a Lima estás disponible –whisky mediante– para cotejar nuestras frustraciones, inventariar buenos momentos, contarnos cómo nos va, pero principalmente para reírnos de lo mucho que nos ha pasado en este tiempo, toda el agua que ha corrido por los cauces del Rímac y el Manzanares, más de un cuarto de siglo y ahí vamos. ...

Anecdota sobre Cien Años de Soledad

En septiembre de 1966, después de trabajar 18 meses como un galeote en "Cien Años de Soledad", Gabriel Márquez fue a la oficina de correo más cercana de su casa en Ciudad de México para a enviar a Buenos Aires el voluminoso manuscrito de casi 500 páginas. Una vez allí, él y   su esposa   Mercedes descubrieron que sólo tenían dinero suficiente para enviar la mitad . Recontaron los billetes y las monedas, volvieron a pesar las hojas. Pagaron. Y sólo se fue la mitad. Regresaron a su casa,   empeñaron los únicos electrodomésticos que les quedaban   -el secador, el calentador y la batidora- y volvieron para enviar el resto. Al salir de nuevo -según recordaría múltiples veces Gabo- Mercedes descargaría en una frase todo el peso que llevaba 18 meses acumulándose en su corazón: -Lo único que falta ahora es que la novela sea mala. Extraido de: www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-38588005